El cuervo tomó notas sobre la llegada de una nueva maestra a la escuela.
Era una bella y joven lechuza llamada Andi, con plumas blancas y color melocotón en las alas.
Los animalitos llevaban ya dos meses sin clases desde el fallecimiento de la vieja gallina Kira, quien se encargó durante la mayor parte de su corta vida galliforme de las labores docentes en la comunidad de la granja.
Andi convocó a los alumnos al amanecer debajo de un almendro y les propuso la primera y única tarea del día: "¡Todos a jugar!... yo incluida".
La sombra del almendro se fue haciendo alargada hasta que desapareció y así terminó el primer día de clases.
El cuervo vecino buscó en su libreta unas palabras de André Stern: "Los niños aprenden porque se entusiasman, y no diferencian entre jugar y aprender".