Llegó el verano y a Junior López todavía no le gustaba el queso, ni comerlo ni fabricarlo. Continuaba desorientado, perdido y sin dirección en la vida. A ratos parecía alegre y a ratos deprimido, pero últimamente se le veía más ocupado.
"Mejor ocupado que preocupado", pensó Cuervo. "Pero, ¿en qué se ocupa?".
Era lunes por la mañana y el pájaro decidió seguirlo con discreción. Lo vio cargando sobre su espalda peluda el maletín de la lechuza Andi, la maestra. Ella volaba unos metros sobre él y ambos se dirigían hacia la puerta de la escuela.
Ya al mediodía, hizo reír a los conejos ancianos contándoles chistes inventados sobre humanos, tan absurdos como ingeniosos. Y antes de eso había repuesto agua en el bebedero del gato Gris, a pesar de ser su peor pesadilla.
A las diecisiete horas, Junior con su colita rosada y su hocico nervioso, entró como una bala en el gallinero. De ahí no salió hasta la noche.
Los demás días de la semana seguía el mismo patrón, aunque cambiando de tareas solidarias en la mañana. Pasaba invariablemente la tarde en el gallinero. Terminadas sus ocupaciones del día, se dirigía hacia su casa arrastrando sus patitas, cabizbajo y con el semblante sombrío.
Cuervo tomó nota: "la actividad a la que dedica más tiempo es aquella que hace entre las gallinas". Siguiendo las pistas de su investigación, entró el domingo por la tarde en el gallinero y se escondió con su libreta de registros detrás de un canasto.
A las diecisiete horas, los ojos del pájaro presenciaron una escena surrealista y rápidamente registró los nuevos datos: "ratón incubando con su panza docenas de huevos", "gallinas que pasan más rato de la cuenta cacareando fuera del corral". "Parece que por las tardes siempre hay huevos al descubierto enfriándose". Y allí estaba ese extraño roedor incubadora, haciendo de mamá para los futuros polluelos.
"Junior López está frenéticamente ocupado en ayudar a los demás, pero se olvida de sí mismo", escribió Cuervo en su libreta y voló hacia su nido. "Y cuando llega a casa cada noche, se siente cansado, triste, solo y falto de vida, como un cascarón vacío".
En la siguiente luna llena, el pájaro se le apareció en sueños a Junior López y le regaló un espejo. Ambos estaban en el interior de una cámara frigorífica llena de botellas de leche vacías. El ratón vio reflejada su imagen en el espejo, su imagen más triste y desamparada.
Al despertarse, reflexionó sobre el sueño y puso una raya roja en su calendario afectivo señalando ese día. Esa marca le recordaría el día en que decidió ocuparse de ese ratón del espejo como prioridad, es decir, de sí mismo.