Todos servimos para algo, pero ¿y si no consigo descubrir mi don?
Conocer el potencial de carácter especial que nos diferencia del resto.
Preguntó al sabio de su ciudad sobre aquello en lo que podría destacar en esta vida.
-No puedo leer tu don, le respondió aquel sabio. Pero conozco a alguien que sí puede hacerlo. Para ello, deberás desplazarte a la capital del reino.
Allí obtuvo la indicación de un viaje mucho más lejano, para el que debería sortear muchos peligros e invertir un dinero que no tenía. Realizó todo tipo de trabajos para sobrevivir, a medida que avanzaba en la dirección que le habían señalado. Aprendió distintas lenguas y oficios. Conoció culturas y costumbres dispares. Tras una peregrinación que duró años, finalmente en una cabaña en la profundidad de un bosque, encontró al anciano al que debía preguntar.
-Si has llegado hasta aquí, ya no necesitas que nadie te diga cuál es tu don.
-¿Y si a pesar de todo todavía dudo?
-Entonces tendré que mandarte todavía más lejos para obligarte a que conectes con tu propio corazón. Ahí esta la única respuesta válida. El don no es algo que pueda explicarse intelectualmente, para descubrirlo tendrás que vivirlo.
-¿Por donde empiezo?
-Es imprescindible que actúes fuera de tus límites, que “rompas el huevo” y explores lo que hay más allá de tu zona de confort.