Sobre las crisis estructurales de la vida
(Entender las crisis como una mezcla de miedo y oportunidad a partes iguales)
Disponemos de un tiempo limitado de estancia en este planeta. De ahí que las posibilidades de que nos visiten las crisis se incrementaran notablemente en función de nuestra longevidad. Ellas vienen a recordarnos que somos humanos y por tanto seres sometidos al cambio continuo.
Algunas de las crisis o cambios por los que inevitablemente transitamos se inician con el nacimiento y nos acompañarán hasta nuestra muerte. El paso por la adolescencia suele ser un punto crítico, nuestra vida en pareja es otro, sin olvidar la inserción en el mundo laboral y posteriormente la salida tras la jubilación.
Nuestra condición de individuos provoca que estos pasos inevitables y en cierta medida estructurales, parezcan como trajes que se adaptan a nuestras medidas. Por tanto parece lógico que los vivamos de forma muy personal.
No todos los adolescentes tienen igual grado de desafío a la autoridad, ni tampoco más adelante todos se enfrentarán a ese espejo tan interesante que es la pareja. Sin embargo internamente puede que sí sean conscientes de que a medida que avanzan van cerrando capítulos en su vida y abriendo otros.
Algunos pronto descubren que parten de unas raíces familiares más o menos conocidas que les sustentaron o no lo hicieron. Y que esas bases son los cimientos que sirven para que puedan proyectarse hacia lo que instintivamente consideran que será su destino.¡Probablemente lo que llamamos “carácter” sea el destino!
El mundo laboral también presentará puntos críticos con cada cambio de trabajo y sobre todo mas tarde con la llegada de la jubilación. Esta puede convertirse en una trampa mortal cuando es forzada por las reglas de la sociedad sin ser deseada por el propio individuo.
Otros muchos puntos que pueden ser vividos de forma crítica los dejaremos para otro artículo. Son casi infinitos, como la propia condición humana. Desde las dificultades con las propias necesidades a las que genera la hermandad sin olvidar el tema de los hijos. También lo que compartimos con la pareja, las propias creencias y las amistades son otros frentes que también pueden generar puntos de crisis.
Uno de mis maestros preferidos siempre decía que no hay que temer a las crisis, porque siempre que se superen van a transformarse en crecimiento y avance.
De esto parece que va la vida.