Salir de las cárceles físicas, emocionales y mentales.
Dejemos de ser nuestros propios carceleros
Una cárcel es básicamente un espacio físico amurallado. Se utiliza para esconder, también para apartar, a individuos que resultan problemáticos para la sociedad. En cualquier caso el criterio responde a una justicia humana, razón por la cual un mismo hecho “delictivo” puede provocar que en un país acabemos en la cárcel (o peor) y en otro casi nos aplaudan.
También conocemos estos muros que algunos países levantan, creando enormes cárceles, para defenderse de sus “vecinos”. Nunca queda claro si la función es defensiva para evitar que entren desde fuera o para impedir que salgan los que están dentro. En un planeta como el nuestro encontraremos ejemplos de ambas modalidades, incluso observo que hay bastantes con la doble función activada.
Además de estas cárceles físicas hay otras que son igual de poderosas y no necesitan rejas ni muros de contención. El lenguaje popular utiliza la expresión de instalarse en una cárcel emocional para señalar a la persona que está desconectada (o disociada) de sus emociones. Otra modalidad es la cárcel mental, tiene que ver con un poderoso censor interno que obedece consignas previamente instaladas. Quién o por qué se instalaron estas consignas lo dejaremos para otro día, lo que parece claro es que van a bloquear cualquier posibilidad de crecimiento.
Hasta que no modifico mis ideas (creencias) soy el mejor carcelero de mí mismo. ¡Atención! Estas transformaciones, además de ser muy difíciles, nadie las puede hacer por nosotros.
Un ejemplo:
Durante toda mi vida he sido un voraz consumidor de noticias: televisión, prensa, radio, redes sociales, etc. Estar informado era un dogma de obligado cumplimiento para mí. Hace dos años y medio, con la llegada de la pandemia, me propuse apagar el televisor y desconectarme de bastantes fuentes (para evitar lo que empezaba a percibir como repetición compulsiva de mensajes y miedos asociados) Actualmente sigo informado de lo que sucede en el mundo, no soy un ermitaño que vive retirado, pero ya no soy esclavo de ningún medio ni informativo. Tengo la sensación (algo personal que evidentemente no es aplicable a nadie más) que dejar de consumir de forma obsesiva noticias “cocinadas por otros” ha mejorado mi salud en todos los sentidos.
Probablemente sea cierto que somos lo que comemos y a nivel mental puede que suceda algo parecido. ¡Cuidemos nuestra dieta!
PD: Tampoco conviene generalizar, lo que a uno le va bien a otro puede enfermarlo, puesto que en esencia somos seres individuales.