Entre los tantos personajes polares que nos habitan hay dos que conviene conocerlos bien:
“El yo real”: la suma de mis hábitos diarios, los buenos y los malos.
“El yo ideal”: el que fantaseo que lo soy pero que no se refleja en lo que vivo cada día.
Un ejemplo: “El yo ideal” se fija metas y se identifica con ellas. Se apunta a un gimnasio porque quiere estar en forma, compra libros de no ficción porque quiere aprender, se compra también productos de belleza porque quiere mejorar su aspecto y un cojín de meditación porque quiere practicarla, más adquiere aparatos de limpieza sofisticados porque desea que su casa esté reluciente. Pero “el yo real” deja los libros que se acumulen en la estantería, falta al gimnasio, le caducan los productos de belleza, nunca ve el momento de meditar y la casa no la mantiene tan limpia.
La buena noticia es que podemos elegir ahora mismo y, cada meta la podemos traducir a pequeños hábitos alcanzables, focalizarnos en ellos. Ponemos los pies en la tierra. Logramos ir acercando cada vez más a estos dos yoes.
Daremos las gracias al “Yo ideal” por mostrarnos nuestros sueños y lo traeremos a las microdecisiones que tomamos con el “yo real” continuamente.
👟¡Voy a ello!