Necesitamos la escucha de la persona que amamos. ¿Cierto?
Y la mayoría de las veces, escuchar de verdad funciona como antídoto infalible de fricciones en las parejas… y en las relaciones humanas en general.
Si nadie nos enseñó a escuchar al otro, estamos a tiempo de responsabilizarnos en el desarrollo esta habilidad ahora, en nuestra vida adulta.
Pero, ¿cómo escuchar sin antes poder calmar nuestras emociones y silenciar nuestras voces interiores? Ser consciente de ello y hacer un trabajo sobre uno mismo, empezaremos por ahí.
Krishnamurti, en “The first and the last Freedom” nos dice:
"La mayoría de nosotros escuchamos a través de una pantalla de resistencia. De una auténtica escucha nos separan nuestros prejuicios (…); nos separan nuestras preocupaciones diarias, nuestros deseos o expectativas, nuestros miedos, etc. Y con todo esto como pantalla... ¡escuchamos! Por lo cual, lo que realmente escuchamos es... nuestro ruido, nuestro sonido, no lo que realmente está siendo dicho...”
Y no olvidemos que ese ruido interno a veces se convierte en un altavoz que interrumpe y toma forma de juicio o de búsqueda de soluciones.
Termino con un texto de R. O´Donnell, en "El mosaico de la misericordia" que ejemplifica lo sentido en estas ocasiones de no ser escuchado:
Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a aconsejarme,
no estás haciendo lo que te pido.
Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a decirme que yo no debería sentirme así, no estás respetando mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y tú piensas que debes hacer algo para resolver mi problema, estás decepcionando mis esperanzas:
¡Escúchame!
Todo lo que pido es que me escuches, no que me hables ni que te tomes molestias por mí.
Escúchame, sólo eso.
Es fácil aconsejar, pero yo soy capaz;
tal vez me encuentre desanimado y con problemas, pero no soy incapaz.
Cuando haces por mí lo que yo mismo puedo y tengo necesidad de hacer, no estás haciendo otra cosa que atizar mis miedos y mi inseguridad.
Pero cuando aceptas simplemente que lo que siento me pertenece a mí, por muy irracional que sea, entonces no tengo por qué tratar de hacerte comprender más, y tengo que empezar a descubrir lo que hay dentro de mí.