“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, dijo Buda.
En parte de nuestra sociedad está mal visto llorar, estar triste o mostrar nuestra vulnerabilidad. ¿Se sobrevalora el bienestar y la felicidad? Pero vemos con claridad que la actitud de evitar el dolor y luchar contra él lo transforma en sufrimiento.
Podríamos anhelar de manera natural ese ansiado mundo sin dolor, pero perseguirlo de forma rígida y desproporcionada se convierte en un sufrimiento enfermizo, el llamado “síndrome de evitación experiencial.
Este síndrome habla así:
💬 Me inundan pensamientos y sentimientos relacionados con el asunto de “estoy mal y tengo que luchar para encontrarme bien”.
💬 Dedico gran parte del día a controlar esos pensamientos y sentimientos.
💬 Siento que hasta que no elimine el malestar no puedo ocuparme de ciertos asuntos cotidianos de mi vida.
💬 Cuando ocurre algo que naturalmente provoca tristeza o enfado, lucho también por no sentir estas emociones.
💬 Parece que consciente o inconscientemente tengo la expectativa de habitar un mundo donde se extermine el malestar y siempre se viva en una ideal estabilidad emocional continuada.
Buda con una de sus parábolas, la de los dos dardos, viene a ilustrarnos que la aceptación es el camino contrario al sufrimiento:
Explica que tanto una persona mundana (la que no conoce la enseñanza de Buda) como un noble discípulo ante cualquier circunstancia que le ocurra pueden experimentar:
una sensación agradable
una sensación desagradable
una sensación neutra.
Hasta ahí el efecto del primer dardo.
¿Cuál es la diferencia entonces entre un noble discípulo que conoce la enseñanza y una persona que no conoce la enseñanza?
Que hay un segundo dardo que no hiere al noble discípulo y sí a la persona mundana, quizás esta que hablamos que padece el síndrome de evitación experiencial.
Pero escuchémoslo con las palabras de Buda:
“Cuando una persona mundana que no conoce la enseñanza es tocada por una sensación dolorosa, se inquieta y aflige, se lamenta, se golpea el pecho y llora y está muy turbada. Es como si un hombre fuera traspasado por un dardo y, a continuación del primer impacto, fuera herido por otro dardo. Así, esa persona experimentará las sensaciones causadas por los dos dardos. Ocurre lo mismo con la persona mundana que no conoce la enseñanza; cuando tiene una sensación dolorosa, se inquieta y sufre, se lamenta, golpea el pecho y está muy turbada. Así experimenta dos sensaciones: la corporal y la mental.”
Luchar por la conquista de un mundo sin dolor solo trae más y más sufrimiento a este mundo real en el que vivimos. Después de leer la parábola de Buda nos puede quedar una pregunta en el aire, ¿de verdad podemos decidir que ese segundo dardo pase de largo? Y la respuesta apunta hacia el sí, ayudándonos de un persistente entrenamiento en actitud de atención plena, dando espacio a las sensaciones con aceptación, con mirada compasiva, sin juicio, dejando espacio para que se desplieguen y expresen hasta que pasen.
En el fondo, como dijo Yongey Mingyur Rinpoche:
“la felicidad se reduce a elegir entre el malestar de hacerte consciente de tus aflicciones mentales y el de ser gobernado por ellas”.