Hay infinitos tipos de puertas que a su vez pueden estar abiertas o cerradas dentro del laberinto que es la vida.
A través de sueños podemos llegar a tomar conciencia de una de las más inaccesibles, la del inconsciente, con sus tesoros que parecen estar fuera de nuestro alcance. Sin embargo también hay otras muchas puertas que merecen atención.
Un astrólogo del siglo IV definía como puerta del infierno a la entrada al sector de nuestras necesidades más ineludibles, que no solo son de dinero y recursos. Por ejemplo la necesidad de protección y cariño que es fundamental para un niño. Cuando faltó esa protección durante los primeros años podemos entender perfectamente el significado de esa “puerta del infierno”.
Un cuento muestra como la actitud ante la vida es la que marca la diferencia entre el cielo y el infierno:
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado: Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
En nuestro día a día hay todo un juego de puertas opuestas que también resultan complementarias:
La imagen que damos frente a ese espejo que es la pareja. Nuestras necesidades frente a las necesidades de los otros. La forma que tenemos de comunicar frente a esa otra comunicación que parece ser de otro nivel. De donde venimos, nuestro origen, frente al lugar al que queremos ir como destino. Nuestra apuesta en la vida frente a lo que queremos conseguir, etc.
La vida parece ser un continuo cruce de puertas donde no hay nada que sea para siempre.