La magia tiene distintas formas de mostrarse en nuestras vidas. Puede aparecer incluso en forma de viaje astral tal y como relata Peter:
“Me tumbé en la cama después de comer y poco después, tras escuchar un zumbido, me vi flotando sobre mi habitación. En aquella época vivía en un quinto piso. A continuación, conducido por alguien que tenía a mi espalda y que no me atreví a mirar, salí disparado hacia la negrura del espacio. Parecía la Vía Láctea (aunque podría haber sido cualquier región del espacio) y la estaba cruzando a una velocidad muy superior a la de la luz. Uno de los temores más grandes era el de quedar pulverizado en una millonésima de segundo si impactaba contra cualquier planeta, estrella o elemento que se interpusiera en el trayecto. Pensé que, en el mejor de los casos, tal vez no llegaría ni a enterarme porque a esa velocidad resultaba imposible cambiar la trayectoria.
La experiencia no duro mucho tiempo y el miedo (debería decir pánico) me hizo volver al cuerpo de forma muy brusca y sobresaltada. Todavía no había cumplido los 20 años y aquel nivel de definición que percibí no encajaba con lo que era un sueño tradicional, ni tampoco se parecía a ninguna experiencia vivida con anterioridad.
Compartía piso con otros dos estudiantes en el que era nuestro primer curso universitario. Pensando que había perdido la cordura conté la experiencia -con mi cara desencajada- a uno de los compañeros que afirmó que le habría encantado vivirla. La semanas siguientes estuve buscando información hasta dar con un libro sobre viajes astrales que señalaba que la cuarta parte de la población tenía estos sueños alguna vez en su vida. La lectura del libro me tranquilizó, aunque también añadió otros miedos al transmitirme una supuesta peligrosidad que no era tal.
Este fue el viaje inaugural, al que siguieron otros muchos siempre de manera involuntaria y durante más de una década. Cuando ya había entrado en la treintena puse mucho esfuerzo para cerrar definitivamente la puerta a esta forma de viajar que me generaba miedos de todo tipo.
El cansancio extremo y la falta de sueño eran en mi caso los desencadenante de los viajes. El zumbido me señalaba la entrada y muy pronto aprendí que el miedo era la clave para salir cuanto antes de la experiencia”
…
PD: Peter recomienda a todos aquellos que están teniendo experiencias oníricas de este tipo que no tengan miedo. Forman parte de la vida y de todo se puede aprender. Y además, nunca es tan fiero el león como lo pintan.