Puedo darme permiso -o no- para acudir a las muchas reuniones de compromiso típicas de estas fiestas.
Las compras de regalos dejaré que las guíe mi corazón antes que cualquier exigencia cultural.
Me daré permiso para disfrutar de cada alimento, dándome cuenta de aquello que da bienestar a mi cuerpo atendiendo a sus cualidades y cantidades ingeridas.
Decidiré de manera consciente si tomar o no tomar alcohol y en qué cantidad, nunca por imperativo social.
Como la realidad es la que es, intentaré fluir con lo que vaya sucediendo en cada momento de estas fiestas, sin juicio ni expectativas.
Mantendré un equilibrio entre continuar practicando mis rutinas saludables y modificar algunas para adaptarme a lo que las circunstancias exijan.
Intentaré respetar las costumbres de las personas de mi entorno, sin juzgarlos ni criticarlos, del mismo modo que pediré que me respeten a mí.
Estas fiestas me daré permiso para salirme del guión y abandonaré hábitos que sienta como tóxicos e insanos.
Diré adiós a creencias caducas, aquellas que hayan perdido sentido para mí, intentando dar un nuevo significado a la Navidad.
PD: No sigamos ninguna de estas recomendaciones si observamos que no están en sintonía con lo que somos. ¡Creemos las nuestras!