En nuestro interior hay una multitud de personajes, cada uno de los cuales tiene su propia forma de ver y entender el mundo. Somos el resultado de las complejas interacciones entre ellos. Es mejor que los conozcamos y los integremos.
Al personaje central se le conoce por muchos nombres distintos en función de la cultura y el lugar: el Héroe, el Ser esencial, el Yo superior, el instinto de Padre, el Maestro interior, etc. Es el que lleva la luz y alrededor del cual se mueven todos los demás. Entrar en contacto con él es hacerlo con la propia alegría de vivir, la generosidad interior, incluso con la espiritualidad…
En los peores momentos de nuestras vidas (crisis, catástrofes, etc.) solemos recurrir a él. Tiene una visión de conjunto y no es tan parcial como los otros personajes a los que en cierta forma debe dirigir. Por esa razón Alejandro Jodorowsky propone poner el nombre más sublime que se nos ocurra a nuestro Ser esencial. ¡Vamos a bautizarlo hoy mismo!
Después propone nombrar a nuestros otros egos (intelectual, emocional, sexual y corporal) con nombres ridículos. Como ejemplo dice que a su intelecto lo llamó durante mucho tiempo: “Don Navaja, el Inquisidor castrador”. Una amiga suya mexicana, de carácter muy colérico, llamó a su centro emocional “La generala Doña Pancha Villa”…
Recomienda que apliquemos libremente nuestra imaginación creativa para bautizar a todos nuestros egos. Más tarde nos daremos cuenta de que existen otros muchos sub-egos como: el egoísta, la maniática, el acomplejado, la tímida, el glotón, etc. Y la propuesta es bautizarlos a todos. Afirma que es un ejercicio que nos hará progresar porque podremos, de manera objetiva, identificar esas desviaciones y sufrir menos diciéndonos en cada ocasión que alguno de estos egos nos posea “¡Este no soy yo! ¡Esta no soy yo!”.
Es importante conocer las propias fuerzas saboteadoras internas para evitar echarle la culpa de nuestros fracasos a alguien de fuera. Nos será más útil observar a cualquier personaje oscuro exterior como un reflejo de una personalidad que llevamos en nuestro interior y de la que, tal vez por ignorancia, no conocemos nada. Incluso alguno de los personajes pueden estar exiliados, desterrados a un lugar en el que no resultan visibles para nadie.
En cualquier caso el hecho de nombrarlos puede ayudarnos a tomar conciencia de ellos.
¿Te atreves?