Parece lógico aceptar que si no existen dos gotas de agua iguales tampoco encontraremos dos seres humanos idénticos. A pesar de los repetidos esfuerzos por parte de la cultura tratando que todos seamos iguales.
Cuando “uniformamos” dejamos de apreciar a cada persona por lo que realmente es. Desde cierto punto de vista los uniformes escolares (o cualquier otro uniforme) son disfraces encargados de camuflar lo que nos hace distintos y únicos.
Uniformar posiblemente tenga que ver con el miedo de nuestra sociedad que suele identificar al diferente como peligroso. Asumamos también que a nuestro cerebro reptiliano le da muchísima tranquilidad observar que externamente todos son del mismo clan (o por lo menos se parecen).
Sin embargo como suele decir Alejandro Jodorowsky, ser lo que somos y no lo que otros quieren que seamos probablemente sea la máxima felicidad.
¡Descubrirlo es el trabajo de toda una vida!
Manos a la obra…