Un consultante le hizo llegar al maestro esta pregunta:
«Tengo 29 años soy mexicano y estudié finanzas, actualmente no tengo trabajo. Tengo un bloqueo mental cuando me piden que resuelva algo que tenga que ver con números. No le encuentro sentido a la vida. Me considero un fracaso. He contemplado la idea de irme a vivir a Montreal y darle un giro completo a mi vida, ir en busca de una mujer que conocí en el df y encontrar mi paz mental y felicidad. Pero la verdad es que me da miedo tomar la decisión, ¿qué hago?»
Alejandro Jodorowsky le respondió:
Voy a contestarte con una historia:
Un hombre, perfectamente sano, comenzó a tener miedo de enfermarse de los brazos. Fue a visitar a un doctor. Este, tras largos exámenes, concluyó: «¡Lo único que podemos, si usted teme enfermarse de los brazos, es cortárselos, así no podrá atrapar ninguna enfermedad en esas extremidades!» Lo hicieron. El paciente, manco, se sintió seguro un tiempo. Pero después empezó a tener miedo de atrapar una enfermedad en las piernas. Esta angustia no lo dejaba vivir. Consultó de nuevo al médico y este lo convenció de que al no tener piernas dejaba de atrapar una enfermedad en ellas. Se las cortó… Pasó el tiempo. Convertido en hombre-tronco, en un carrito de ruedas, el paciente volvió al consultorio, con un terror tremendo de atrapar una enfermedad en las vísceras. El doctor construyó una máquina especial con pulmones, hígado, corazón, tripas y demás vísceras, artificiales; separó la cabeza y la conectó al mecanismo, arrojando el resto del cuerpo a la basura. La cabeza, feliz, sin temor de atrapar enfermedades, se sintió asegurada… Mas un día lo que quedaba del paciente comenzó a llorar. El médico, intrigado, quiso saber la causa de su pena. La cabeza, prisionera de las válvulas de plástico, tristemente respondió: «¡Es que tengo muchas ganas de revolcarme desnudo en la hierba!».
A veces, por temor a perder algo, nosotros mismos lo eliminamos. Sacamos los sentimientos de nuestro corazón por miedo a no ser correspondidos. No luchamos para obtener un triunfo por miedo a no lograrlo. No construimos nuestra vida en la forma que queremos por miedo a las dificultades que se van a presentar en el camino. No saciamos nuestros deseos por miedo a ser atrapados en ese placer, convertido en vicio. Nos vamos mutilando para darnos cuenta, un día, que esas ilusiones, sentimientos, deseos, aún persisten, que tenemos un apetito voraz de vivir; pero ya es demasiado tarde: hemos perdido la fuerza de obtener lo que queremos…
Alexis, no eres el único que se mutila por miedo. Lee la pregunta que me envía Mara y reflexiona:
«Tengo 19 años, me doy cuenta de que mi familia ha sido un freno, debido a que no encajo en sus expectativas. Tengo que cortar con ella, estoy convencida de ello, y cada vez que lo intento, hay un sentimiento, una inseguridad y miedo, que no me deja dar el siguiente paso… ¿Como puedo romper con esta prisión mental?».
La palabra no es la cosa. Las prisiones mentales son inmateriales: puedes salir de ellas dando un paso real. Hay algo que no ceso de repetir: «Entre hacer y no hacer siempre hay que elegir hacer. Si no hacemos, nos frustramos para toda la vida. Si hacemos y nos equivocamos, nos queda la experiencia».