Dentro de la cabeza de Cuervo, posado él en lo alto de un nogal, volaban ahora estos pensamientos :
“Es la tercera vez en poco tiempo que paso por la pocilga y veo a Pakita repartiendo nueces a sus vecinos. ¿La cerdita invita, pone música y cuelga farolillos en las ramas de los árboles? ¡Pakita está de fiesta!”.
Cerró los ojos y su pico naranja emitió una carcajada muy sentida.
El pájaro sabía que ella celebraba su mala conciencia, tal como él le había aconsejado semanas atrás.
Sí, suena paradójico y por eso creo que es conveniente dar una explicación:
Hace más de un mes, Cuervo observó que la cerdita llevaba muchos días sin salir al sol. Apuntó en su libreta de ave terapeuta: "Parece deprimida y a la vez envenenada de rencor". Un día decidió posarse a su lado y escucharla en silencio durante un buen rato .
Pakita se quejaba de que muchos animales se aprovechaban de ella, infinidad de veces decía “sí” cuando quería decir “no”. Y luego ellos no le daban casi nunca lo que ella necesitaba. Menuda frustración, cuánto resentimiento genera el dar tanto, a costa de olvidarse de sí misma, para obtener tan poco. Pero si no actuaba así se sentía egoísta y culpable. ¿Por qué no podía salir de ese patrón tan tóxico?
Cuervo la había visto nacer y crecer, así que decidió contarle la historia de su vida. Le recordó que un día lejano olvidado de su memoria, ella tuvo que elegir entre ser querida y su propia autenticidad. Decir “no” ponía en riesgo su vida, porque cuando somos crías, el apego equivale a la supervivencia.
Dos lágrimas rodaron por la mejilla de Pakita escuchando a Cuervo, cuando le dio seguidamente una buena noticia: “ahora que eres mayor e independiente, puedes decidir a favor de tu autenticidad, tus instintos, tus necesidades”.
Le asomaría la culpa, guardiana del apego, la mala conciencia, pero sería la mejor señal de que estaba apostando por ella y sus prioridades.
“Cada vez que tengas que elegir entre culpa y resentimiento, elige culpa”.
“Cada vez que actúes así, podrías organizar una pequeña fiesta para celebrar tu autenticidad, hasta que normalices este nuevo y sano patrón”, le sugirió Cuervo.
Pakita ahora está al sol, comiendo nueces con sus amigos a los que a veces les dice “sí” y otras “no”, y ellos, los amigos de verdad, se alegran de que esté feliz y sea auténtica.
“Los pocos que se alejaron con sus noes, en realidad nunca fueron mis amigos”, le dijo al pájaro terapeuta más adelante.