Peter, de formación muy racional, explicará a continuación el que fue su primer encuentro con la “videncia”. Entendida como la supuesta capacidad que tienen algunas personas para anticipar eventos que aún no han sucedido o para observar cosas que quedaron en el pasado. Está casi convencido de que si tuviéramos la opción de cambiar nuestro punto de vista, al margen de este plano dominado por el tiempo, tal vez descubriríamos que pasado presente y futuro son la misma sustancia.
“Había quedado a cenar con una amiga en una pizzería. Aquel día se unió otra de sus amigas que se presentó por sorpresa. Sentados los tres comensales, la charla discurrió por los derroteros habituales, hasta que un comentario de esta nueva amiga me hizo sospechar sobre sus particulares capacidades”
Hagamos un inciso para eliminar de nuestro vocabulario lo de “percepción sobrenatural”, aceptemos que todo está en la naturaleza, por tanto todo es natural -aunque seamos completamente ignorantes del porqué de algunas cosas. Nuestra mente racional trata de explicarlo todo y cuando se encuentra frente a un desafío incomprensible le resulta más sencillo negarlo. Dicho esto sigamos con la explicación de Peter:
“Minutos después la charla se fue animando y en un momento dado me dijo que percibía que mi nacimiento sucedió en una casa de un pueblo pequeño. Fue capaz de describir su iglesia y campanario así como el interior de la vivienda con todo lujo de detalles. Una información que resultaba contradictoria con la presentación inicial que mi amiga hizo en los primeros instantes, sobre el lugar en que estaba viviendo que era una gran ciudad.
Tuve que confirmar que la casa que había descrito era la de mis padres, en la que nací, y a la que acudía con regularidad casi todos los fines de semana. También le dije que el campanario que fue capaz de dibujar con sus precisas palabras, cercano a la casa de mis padres, era el de mi pueblo de apenas doscientos habitantes.
Esbozando una sonrisa, la “vidente” me dijo que captaba mi interior como si fuera de cristal y me preguntó si me molestaría que ella explicara lo que veía. Le respondí que podía mirar lo que quisiera sin ningún problema. Aunque he de confesar que el miedo me cerró la boca del estómago y a partir de aquel instante no fui capaz de dar ni un bocado más.
En primer lugar se centró en mi adolescencia, en un internado en el que alguien trataba de hacerme la vida imposible. De aquella etapa, un tanto oscura, mi amiga no sabía nada y por tanto tampoco podía haberle contado ninguna anécdota. Sin embargo me sorprendió la precisión de los detalles que fue capaz de relatar.
De la empresa en la que estaba trabajando observó que el director, del que me dijo que fumaba en pipa, una mujer le había roto el corazón. Acertó de pleno, a pesar de que estaba prohibido fumar en el interior de las instalaciones, aquel director parecía tener licencia para hacerlo. Confieso, además, que no conocía a ninguna otra persona que fumara en pipa. Y algunos de los trabajadores entre los que me encontraba, conocíamos perfectamente el fuerte desengaño amoroso por que que había pasado.
En otro momento de la cena le confesé que estaba buscando comprar una vivienda. A mis treinta y cuatro años había decidido dejar de vivir en pisos alquilados. Y para cambiar de etapa me había inscrito en una agencia tratando de que me ayudara a encontrar algo que se ajustara a mis necesidades. Casi sin titubear me dijo que en nueve meses daría con esa vivienda, pero que el que me la ofrecería no tenía nada que ver con esa agencia, que la transacción se realizaría gracias a un chaval muy joven
Siguieron mostrándome opciones que estaban lejos de mis necesidades o de mi capacidad adquisitiva. Sin embargo nueve meses después apareció un joven -externo a la agencia- que me puso en contacto con la que sería mi casa”
Se puede objetar, tal vez con razón, que se programó un destino para Peter y su inconsciente obedeció con una precisión exquisita. A la mayoría nos tranquiliza que el futuro no pueda adivinarse, que como mucho solo pueda crearse. Si suponemos que todos los futuros son potenciales abiertos, al escoger una opción eliminamos el resto. Aquello que elegimos siempre será lo mejor porque nunca sabremos qué habría sucedido con el resto de las posibilidades.
Pero entonces, preguntaron nuevamente a Peter: ¿existe o no existe la videncia?
No es un tema de creer o no creer sino de experimentar. Más de veinte años después aquella vidente sigue siendo mi amiga y las anécdotas sobre estas capacidades que podría contar se han multiplicado por mil. Mi respuesta a la pregunta es que la verdad no está en la herramienta “videncia”, sino en quien la maneja.