La prueba del laberinto
Una herramienta que puede conectarnos con temas fundamentales como son el nacimiento, la muerte, o cualquier otra iniciación.
Cualquier laberinto puede estar construido con muros, con setos, o incluso sencillamente dibujado con lineas en el suelo. No será necesariamente algo enigmático ya que algunos tienen un sentido único en espiral hasta llegar al centro, por lo que no habrá ningún riesgo de perderse en él.
En otras ocasiones el laberinto tendrá múltiples caminos, lleno de giros que intentan desorientar al buscador, lo que podría estar simbolizando los diferentes senderos que sigue nuestra mente hasta encontrar el centro, a modo de camino de regreso a casa o “ser esencial”.
El laberinto más grande del mundo, lo mandó construir el faraón Amenemhat III, al lado de su pirámide en Fayoum en el Alto Egipto. Tenía un diámetro de un kilómetro y doce pasillos abiertos, seis al norte y seis al sur que se comunicaban entre sí. Sus 1300 cámaras estaban repartidas en dos pisos. De aquel laberinto, dijo el historiador Estrabón, que nadie podría salir sin un guía.
El laberinto más famoso es el de Creta. Fue construido por Dédalo y se halla vinculado al mito de Teseo, el Minotauro y el Hilo de Ariadna.
Tal vez la prueba a superar en esta vida sea la de enfrentarnos a nuestro propio “laberinto interior” y al monstruo que allí tengamos encerrado. No será necesariamente medio hombre y medio toro como en el mito de Teseo. Lo que parece claro es que nuestro hilo de Ariadna vendrá en la forma de trabajo interior porque nadie puede hacer el trabajo por nosotros.
La liberación solo podrá llegar -en el mejor de los casos- como fruto de un esfuerzo que será personal e intransferible.
¿Nos ponemos manos a la obra?