Convertirse en un observador es una actitud que parece muy útil para desarrollar la propia inteligencia. Aprender a leer las miradas, los gestos y las actitudes -por encima de las palabras- es clave para conectar con nuestra parte más intuitiva.
Cuando tenemos la fortuna de compartir nuestra vida con animales, como gatos o perros, nos podremos dar cuenta de que precisamente ellos utilizan la observación para comunicarse con nosotros.
Esta es la poderosa herramienta de la que hablamos, aunque nos movamos en nuestro día a día sobre coordenadas cartesianas en las que la lógica y el razonamiento parecen dominar sobre cualquier otra potencialidad. Sin embargo hay otra parte en nuestra naturaleza -mas intuitiva- que todo el tiempo está llamando a la puerta. De nosotros depende integrarla o que quede excluida.