San Juan de la Cruz acuñó la metáfora de “la noche oscura del alma” para referirse al viaje espiritual, la búsqueda De Dios, de la luz, de la verdad que a menudo se acompaña de una sensación de soledad y oscuridad.
Dicha metáfora ha servido para expresar cómo nos sentimos al atravesar una crisis profunda en nuestro camino de vida.
Si nos encallamos en un bache por una carretera, o pasamos por un bosque incendiado sorteando los pinos en llama, o caminamos sedientos y exhaustos por un desierto que parece infinito, o pasamos por una “noche oscura del alma”, no nos identificamos con el bache, el fuego, el desierto o la noche. Somos un ser pasando por un momento difícil, que empieza, sigue y termina.
¿Por qué cuando atravesamos una crisis de vida, nos secuestra el estado depresivo, pesimista, ansioso, hasta perdernos de nosotros mismos? ¿Dónde queda nuestro Ser Esencial mientras pasan las horas de esa “noche oscura del alma”?
La clave es reconocer, entender y aceptar que existen diferentes partes dentro de nosotros. Al mismo tiempo recordar que nuestro Self siempre, siempre está ahí para acompañarnos hasta que de nuevo amanezca.