La sabiduría del inconsciente también se revela en los sueños de los moribundos. Extraigo un ejemplo que me ha llegado al alma, nunca mejor dicho:
En vísperas de su transito el científico y escritor alemán Georg Christoph Lichtenberg soñó:
"Hallándome de viaje, comía en una posada, o más exactamente en una barraca al borde del camino, donde jugaban a los dados. Frente a mí estaba sentado un joven de buen aspecto, que parecía un poco atolondrado y que, sin preocuparse de la gente, comía su potaje; sin embargo lanzaba al aire una cucharada cada dos o tres, la recibía de nuevo en la cuchara y la tragaba tranquilamente.
Lo que constituía para mí la singularidad de aquel sueño, era que yo hacía mi observación habitual: que tales cosas no pueden inventarse, que hay que verlas (quiero decir que jamás un novelista hubiese tenido una idea parecida); y sin embargo yo acababa de inventar eso aquel mismo instante.
En la mesa donde se jugaba a los dados había una gran mujer delgada que hacía punto. Yo le pregunté qué podía ganar. Ella dijo: ¡nada!, y cuando le pregunté si podía perder algo, dijo: ¡no! – Este juego me parecía muy importante".
André Bretón , en “Antología del humor negro”.