La imagen como signo de esclavitud
La mayoría queremos mostrar al mundo la mejor de las imágenes posibles...
¿Quién no conoce a personas que tienen como avatar en sus redes sociales una fotografía de su muy lejana juventud?
A pesar de esa fotografía el paso del tiempo se habrá encargado de modificar nuestra imagen y la habrá transformado en otra mucho más real.
Entonces ¿qué es lo que puede impulsar a una persona a mostrar públicamente una imagen tan alejada en el tiempo? (probablemente la mejor de sus fotografías de juventud)
La respuesta es que vivimos en el mundo de la imagen.
Las redes sociales lo potencian y en la actualidad buscan a través de filtros que el usuario consiga el elixir de la eterna juventud.
Deja de ser ya necesaria aquella fotografía que tenía varias décadas de antigüedad, ahora es suficiente con un buen filtro.
Estos filtros que se ayudan de la inteligencia artificial pretenden que vendamos una imagen que no tenemos. Podemos engañar a los otros como diversión, pero resultará absurdo -y tal vez tóxico- engañarnos a nosotros mismos.
En un plano en el que vivimos regido por las leyes del cambio no puede existir juventud ni ninguna otra cosa que sea perenne.
Nada en la naturaleza se estanca porque cuando lo hace significa que ha muerto.
Las transformaciones de la vida son las que nos aportan crecimiento y sabiduría.
¡Viva la vida = viva el cambio!