Todos llevamos en nuestro interior a un periodista que utilizamos para obtener y transmitir información. Evidentemente no todos los periodistas son iguales. A estas alturas ya nos habremos dado cuenta de que algunos también son capaces de inventar y de creer en teorías bastante rebuscadas.
Ciertamente hay teorías para todos los gustos. Hay quienes creen que los Beatles nunca existieron y que este cuarteto de Liverpool estaba formado por miembros de distintas bandas que iban cambiando.
No creer en aquello que no podemos comprobar -o experimentar- directamente, puede ser muy aconsejable, aunque también lo sea no llevar las cosas tan lejos que rayen en el absurdo.
Un jugador de baloncesto de la NBA, Kyrie Irving, está convencido de que la Tierra es plana. Que circulen millones de imágenes de la Tierra vista desde el espacio solo reafirman su teoría del montaje. Preguntémonos si realmente es necesario subir a la Estación Espacial Internacional para comprobar por uno mismo la curvatura de la Tierra. La lógica indica que disponemos de suficientes datos empíricos para comprender que si todos los planetas hasta ahora descubiertos, más de cinco mil, son esféricos el nuestro también debería tener esa forma.
Recuerdo a mi abuelo paterno, un hombre de campo nacido en el siglo XIX, que murió convencido de que los aviones no existían. Decía textualmente: “los burros no vuelan ni los aviones tampoco”. Lógicamente él, a diferencia de nosotros, nunca tuvo la oportunidad de observar uno cercano y menos de viajar a bordo. Por tanto aunque aquella era era su “verdad”, no puede ser la nuestra.
¿Quién no ha escuchado que el hombre no ha pisado la Luna, y que los movimientos de Neil Armstrong se filmaron en un estudio? Aunque las imágenes de todos los puntos de los diferentes alunizajes resulten accesibles a todo el mundo.
Aunque todos puedan mentir -de hecho es probable que haya más mentiras que verdades- por sentido común algunas teorías de la conspiración resultan bastante más difíciles de sustentar que la versión oficial que tratan de cuestionar.
En último término cada periodista deberá decidir por sí mismo qué le parece creíble y que no.