La catástrofe que supone que tu nombre real sea... James Bond
Se acaba de estrenar un documental basado en personas que llevan el nombre del famoso agente 007 y a quienes esta coincidencia ha marcado su vida.
Cuando en 1952 Ian Fleming escribió su primer relato sobre un agente secreto británico mujeriego y vividor, utilizó -sin tener su permiso- el de un ornitólogo que se llamaba James Bond.
Solo en Estados Unidos hay 75.249 personas apellidadas Bond, de las cuales 2.242 se llaman James Bond.
El documental repasa algunos de estos James Bond:
En un control policial, que un afroamericano le dijera a un policía que se llama James Bond supuso para el conductor 60 días de cárcel, a pesar de que efectivamente ese era su nombre.
Otro James Bond es un director neoyorquino de teatro que afirma que llevar ese nombre supone un estigma de tipo alcohólico, mujeriego y poco de fiar. Graba anuncios de casinos online de la costa este de EEUU porque legalmente él sí puede decir, sin pagar derechos de autor: “Mi nombre es Bond, James Bond”.
Hagamos ahora un pequeño inciso para explicar que en metagenealogía llevar el nombre de un antepasado supone -en parte- tener un “nudo narcisista” y estar expuesto a repetir su destino.
De ahí que no resulte tan extraño que uno de los James Bond acabara como soldado de élite británico. Exactamente como el personaje de ficción.
Hay una familia tejana que lleva ya cuatro generaciones de James Bond (”El James Bond de antes de que existiera James Bond”, dice el más veterano de ese árbol genealógico) Algo que puede provocar nuestra sonrisa y que sin embargo tiene el potencial para generar una verdadera “catástrofe genealógica” Nadie resulta visible llevando ese nombre, nos costará ver a la persona real que se esconde tras el conocido nombre.
El nudo narcisista también puede convertirse en algo útil.
Un sueco que también se llama así ha montado el museo James Bond, con todo tipo de vehículos y parafernalia del 007. Evidentemente, no quiso huir de su nombre y lo ha utilizado en su propio beneficio
Otro uso artístico y ciertamente positivo lo tenemos en una víctima de violencia machista que durante años huyó con su hijo de su marido maltratador. Solo logró escapar cuando rebautizó a su vástago como James Bond, y, por tanto, ella se convirtió en la señora Bond. Creó una cortina de humo digna del agente secreto.
Probablemente ningún lector de este artículo se llamará James Bond, sin embargo muchos pueden llevar nombres que están repetidos en sus respectivos árboles genealógicos y que por tanto pueden estar condicionando -aunque sea inconscientemente- sus destinos.
Aprendamos a desactivar estas potenciales “bombas narcisistas” para poder vivir nuestras vidas con el mayor nivel de conciencia y de libertad posible.
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El documental “El otro Bond” se puede ver en Filmin.
En El País hay un artículo sobre este documental.