¿Todo gratis?
El tema de la gratuidad generaba tanta pasión que los debates se convertían en “peleas de gallos”.
Un sector de la sociedad afirmaba que pocas cosas en la naturaleza son blancas o negras. Desde ese punto de vista era mejor estudiar las posibilidades entre esos dos extremos y analizar hasta dónde era posible llegar
Los temas polarizados, como era el caso, se acompañaban por aplausos y abucheos repartidos por igual. Intervenciones en las que se decía que lo que era bueno siempre lo sería y lo que era malo nunca dejaría de serlo.
Una pequeña parte de la comunidad defendía que cualquier ventaja siempre estaba acompañada de su inconveniente. Que lo que llegaba fácil, con la misma facilidad desaparecería. Se deducía de ello que la gratuidad total supondría que algunos habitantes no valorarían, cuidarían, ni mucho menos respetarían, aquello que se daba a cambio de nada.
Otra parte de la colectividad se decantaba por eliminar el dinero, al que consideraban el demonio y la raíz de todos los problemas. “Muerto el perro se acabaría la rabia” -decían.
En oposición frontal a estos últimos estaban quienes defendían que el dinero era solo una energía. Y que puestos a buscar culpables habría que encontrarlos en quienes hacían un mal uso de ella. ¿Había que eliminar los cuchillos por el peligro que tenían o era suficiente con que se usaran correctamente?
Un poema de Alejandro Jodorowsky apuntaba a una posible solución:
«Si tú lo controlas, el dinero es un buen servidor. Si él te controla, el dinero es un mal amo.»