Aquel “sabio” le aconsejó que dejara de buscar que alguien, fuera de sí mismo, le diera la solución.
A continuación le explicó que -desde su punto de vista- abrir un negocio era como conectar el propio mundo interior con las circunstancias exteriores. Y difícilmente encontraría un momento perfecto. Según su parecer era mejor tratar de buscar el menos malo y sobre todo de aprender a “bailar” con las circunstancias.
Añadió que, según su experiencia, las dificultades siempre se presentarán y que era mejor que las tomara como lecciones de aprendizaje que la vida ponía a su disposición. Y que en último caso, si las turbulencias exteriores alcanzaban cotas insoportables, era preferible una retirada a tiempo que un mal combate.
Si estaba buscando “magia auténtica”, únicamente la podría encontrar en esos raros momentos en los que su intuición se conectaba con algo que estaba más allá de lo ordinario. Que prestara atención porque esos instantes eran oro puro.