Caminaba por una estrecha cornisa contemplando un abismo sin fondo a su derecha y una pared a su izquierda. A escasos cuatro pasos tenía una zona menos peligrosa sin embargo olvidó que cuando observamos un precipicio éste también nos estará viendo.
Intentó agarrarse a uno de los asideros metálicos que observó en la pared. Sin embargo al dudar de su solidez no pudo dar ni un solo paso y acabó tumbado sobre el voladizo.
¿Como había llegado hasta allí? ¿Por qué caminaba en un lugar tan peligroso?
Después de darle muchas vueltas concluyó que el abismo, que actuaba como un poderoso imán, era su miedo. Y el miedo no desaparecería a menos que lo enfrentara.