Alejandro Jodorowsky: El filósofo medioeval Nicolás de Cusa dijo: «Todo está en todo». Es emocionante pensar que en cada una de sus gotas, está todo el océano. Un antiguo sabio chino, asistiendo a un banquete en el palacio del Emperador, vio que a todos los invitados se les había dado un par de palillos de oro para que se sirvieran los deliciosos guisos. Dijo: «Este gasto inútil me revela que el Imperio pronto se va a derrumbar». Y así sucedió… He escrito una fábula, «El tirano y la canica», que trata este tema:
Por exigencias del protocolo, un rey que tiranizaba sin piedad al pueblo, tenía que salir de su fortaleza en una carroza de oro, recorrer la Avenida Central hasta el parque donde lo esperaba su ejército y rendir honores a la bandera. Era tanto el descontento que su régimen rapaz había sembrado, que el tirano temía ser asesinado. Sus secuaces tomaron todas las precauciones imaginables: él fue cubierto con una malla de acero; la carroza, rodeada por lanceros montados a caballo; el camino, bordeado por espadachines para impedir que la multitud se acercara al vehículo dorado. En los techos y ventanas distribuyeron miles de arqueros prestos a lanzar sus flechas al menor movimiento sospechoso. Cerraron las vías de acceso y sólo dejaron entrar ciudadanos que habían sido celosamente registrados. Para rematar estas cautelas, colocaron escudos en el carruaje y un techo protector… ¡Comenzó el desfile! La gente, aterrada por tantas armas, no osaba mover un dedo… El hijo de un guardián, sentado junto a su padre, jugaba a las canicas mientras éste vigilaba a los espectadores. El niño, al ver esa brillante y poderosa carroza de oro, se asustó tanto que soltó una de sus bolitas. Esta rodó por entre los cascos de los caballos y fue a dar justo debajo de una rueda que, al pasar sobre ella, rebotó y se salió de su eje, provocando que el carro se volcara y que el tirano pereciera, aplastado bajo el peso del oro, de los escudos y del techo protector.
Muchos poderosos han caído por descuidar un detalle. A veces los gobiernos, preocupados por solucionar grandes y urgentes crisis, desdeñan prestar atención a cosas que consideran mínimas; pero estos pequeños problemas sin solución van sembrando un descontento que, al menor abono por parte de los enemigos del régimen, germina por convertirse en una revuelta… También, en el trabajo espiritual, grandes «tomas de conciencia» poco significan si no se han eliminado vicios del carácter y hábitos que son el detalle que echará abajo el progreso. Un Maestro zen dijo: «Un grano de arena en el azul del mediodía, oscurece todo el cielo».