Albert Einstein dejó escrito en 1955: “Lo importante es no dejar de hacer preguntas. No perder jamás la bendita curiosidad”.
Podemos afirmar que el ser humano como especie ha evolucionado gracias a la capacidad de hacerse preguntas. De hecho, los primeros grupos de humanos que formularon preguntas y buscaron sus respuestas, comenzaron una revolución cognitiva que dio paso a la revolución social.
Pero puedes pensar, “¿para qué necesito yo ahora hacerme preguntas?”
La curiosidad es la base de la imaginación y la creatividad. El cerebro se activa ante una interrogación. En la búsqueda de respuestas crea nuevos circuitos. Podemos afirmar que las buenas preguntas desarrollan la inteligencia creativa y nos hacen dar un paso más allá en la comprensión del mundo, del otro o de nosotros mismos.
Antony Robbins, en su libro “Despertando a tu gigante interior” dice que las preguntas logran tres cosas específicas:
Cambian aquello sobre lo que enfocas la atención.
Te ayudan a cambiar aquello que suprimes.
Cambian los recursos que dispones abriéndote nuevos mundos.
¿Qué sería de la humanidad si no existiese la capacidad de cuestionarse la realidad, del asombro, de la búsqueda de respuestas fuera y dentro de nosotros?
Y ahora…
¿Qué pasaría de bueno en tu vida si te propones practicar cada día el arte de hacerte al menos tres preguntas?