Esto era una ves de un oso, un zar y su sastre.
Un día el zar, arrogante y con fuerte carácter se dio cuenta que a su saco le faltaba un botón. A gritos mandó llamar sumamente molesto por tal falta al sastre y de castigo dictó para él la pena capital, pidió lo decapitaran a la mañana siguiente.
El sastre custodiado aquella tarde, en la cárcel por su verdugo ejecutor, entrando en conversación con él, le cuenta del gran don con el que fue dotado, es que ¡él podía enseñar al oso del zar a hablar! El verdugo al saber que el oso era la posesión más preciada del zar, corrió a comentarle su descubrimiento.
Ante el zar, el verdugo agregó: "Señor, es que antes de la ejecución que me has mandado hacer, debo comentarte algo que sé. El sastre puede enseñar a tu oso a hablar".
El zar emocionado, no daba crédito a lo que escuchaba. Tanto era su amor al oso aquel, que en el acto mandó traer al sastre. Cuando estuvo frente a él, el zar le pregunta : "¿pero es verdad que tu puedes enseñar a mi oso a hablar?"
El sastre le contesta: "oh mi Señor, así es. Pero enseñarle hablar, sabe usted, lleva tiempo. Y, tiempo... es de lo que ahora menos dispongo".
El zar entonces cuestiona al sastre, "bueno dime, ¿cuánto tiempo te tomaría enseñar a mi oso a hablar?"
A lo que el sastre le responde: "pues depende de la inteligencia del oso, veamos"... Interrumpido fue por el grito del zar que dice: "¿Qué dices? Por supuesto que mi oso, ¡es el oso más inteligente que existe!". "Bueno mi Señor - dijo el sastre - "siendo así, tardaría no menos de dos años".
Bien contestó el zar. "Pues entonces, aplazaré tu juicio. Tienes dos años para enseñar a mi oso a hablar". El sastre en actitud de sumisión agrega, "me apena mucho Señor, pero no me dará tiempo de trabajar para llevar alimento a mi familia y además enseñar a tu oso a hablar".
"Bueno, bueno - refunfuñando el zar - le dice, " Anda, por eso no te preocupes, de ahora y durante dos años, tu familia será mantenida por la corte, recibirán alimento, ropa y educación tus hijos, con tal de que tu te dediques todo el tiempo a enseñar a hablar a mi oso".
Con un brillo de alegría en los ojos, el sastre contesta: ¡Sea pues, Señor!, haciendo una reverencia al zar. El zar alzando la voz, contestó: "pero hay de ti, si dentro de dos años mi oso ¡no aprende a hablar! Pedirás haber recibido tu castigo ahora, ¡te queda claro!"
El sastre asintiendo, hizo una reverencia más y así fue como el sastre llega a su casa en el carruaje del zar, con bolsas de oro, comida y regalos para sus hijos. Al ver aquella escena los chicos se alegran, mientras la esposa extrañada, le pregunta: "¿pero que pasa? ¿qué es todo esto?" El sastre reía y tomándola de los hombros le contesta: "mujer es solo que le he dicho al zar que enseñaré a su oso a hablar y me ha dado dos años, ha perdonado mi condena hasta entonces y él nos mantendrá". "¿pero; estás loco? - contestó angustiada la mujer- ¿cómo serás capaz de hacerlo, si ni siquiera has estado cerca de un oso alguna vez?"
El contesta feliz, mujer, "¿qué no entiendes? hoy me cortarían la cabeza, ahora me he ganado dos años, en el que ustedes no sufrirán carencias y yo gozaré de vida. Y además, ¿quién te dice que en ese tiempo, el oso no aprenda a hablar?"