Al emprender un camino de autoconocimiento, es imprescindible que vayamos descubriendo nuestros personajes internos que son y funcionan como subpersonalidades, así como dar cada vez más espacio a nuestro Self, como el director de orquesta de nuestro intramundo.
El cuento oriental de los diez locos puede ilustrarnos esta idea:
Diez locos cruzaron un río y, cuando alcanzaron la otra orilla, quisieron estar seguros de que todos habían cruzado sanos y salvos.
Uno empezó a contar a los demás, pero no se contó a sí mismo, por lo que sólo contaba nueve. "Sólo somos nueve, uno de nosotros se debehaber ahogado en el rio” , dijo.
"¿Estás seguro de que has contado bien?", le preguntó otro loco, y se dispuso a contar; pero también se olvidó de contarse a sí mismo. Tantas veces como se contaron los diez locos, el resultado siempre era nueve.
Se echaron a llorar porque estaban convencidos de que uno de ellos se había ahogado en el río pero no pensaron quién pudo haber sido.
Un transeunte les pregttuntó qué les pasaba y se lo explicaron.
Al ver que los diez estaban delante de él, el hombre se dio cuenta del misterio, y se dispuso a contarlos tocándolos uno a uno. Cada vez que tocaba a uno, éste se numeraba. "Uno", dijo el primero; "dos", el segundo; etc., hasta que llegó al último loco, que dijo: "Diez". Los locos, atónitos, dieron las gracias al viajero y se quedaron tan contentos porque uno de ellos no se había ahogado en el río.
El Self es nuestra parte central, la que puede observar y desidentificarse de nuestras subpersonalidades. Gracias a esta mirada, a su perspectiva, podemos lograr un equilibrio interno, porque no nos dejamos contaminar por la atmósfera y la rigidez de los personajes internos.