Dijo el maestro: Utilicemos esta torre de siete plantas como metáfora. También es una metáfora de las etapas de la vida.
Desde abajo, al lado de la puerta de entrada, observarás el mundo como un lugar donde lo importante es sobrevivir. Para un recién nacido la supervivencia es su único propósito.
Desde la primera planta el punto de vista pasa a ser infantil. El mundo se convierte en un lugar donde jugar y en el que divertirnos es el objetivo prioritario.
Cuando alcanzamos el siguiente nivel, el adolescente, nuestra misión más importante parece ser la de enamorarnos. Los dramas emocionales entran en escena y seremos capaces de generar tormentas incluso en un vaso de agua.
Subamos una nueva planta. Ahí aparece el adulto-egoísta, el mundo es visto como un lugar en el que poseer y ganar. Es la lucha por acumular, donde los otros son rivales y competidores.
Recuerda que quedan más niveles, y que conforme sigamos ascendiendo veremos el mundo con una perspectiva más amplia. En este nuevo nivel, el del adulto-altruista, descubriremos que el mundo es en realidad el lugar perfecto para compartir.
Dicen que todos los habitantes de este planeta -en nuestro desarrollo actual- deberíamos ser capaces de llegar a la siguiente planta, donde queda claro que el mundo es un lugar a cuidar y desarrollar.
Los dos pisos superiores tal vez escapen a nuestra comprensión. En el primero seremos capaces de imaginar que el mundo es como un trampolín que permite la expansión a otros mundos. Y desde el superior observaremos con total claridad que todo está en todo. ¡Todo lo que veremos desde aquí descubriremos que está conectado!