Lo primero que un buscador debe enfrentar, porque resulta paralizante, es a su propio miedo. Eso suele ser así porque vivimos bajo un sistema en el que hay límites que nos impone el exterior a los que hay que sumar otros, bastante más complejos, que nosotros mismos establecemos. Tal vez sin saberlo nos comportemos como aquellos pájaros que viven en jaulas y nunca salen a pesar de tener las puertas abiertas.
Probablemente el mayor tesoro que un buscador puede alcanzar es conocerse interiormente. Ser consciente de como funcionan sus muchos personajes internos superará con creces a cualquier otra riqueza.
Ahora bien, el autoconocimiento supone enfrentar algunos obstáculos.
Puede que nos encontremos a personajes poderosos que van a preferir que nos comportemos como individuos sumisos y obedientes. Pongamos atención porque es probable que tanto lo que nos guste de ellos, como lo que detestemos, estén reflejando aspectos poco conocidos de nosotros mismos.
En este camino del autoconocimiento no hay necesidad de creer en verdades supremas ni dogmas de ningún tipo. Las verdades que encontremos siempre serán relativas, parciales y sujetas por tanto a revisión. Tengamos la paciencia de ponerlas a prueba para ver si funcionan y cuando dejen de sernos útiles cambiémoslas por otras.
Prestemos especial cuidado con los vendedores de fantasías que nos prometan la iluminación instantánea. Es decir ¡cuidado con los atajos! Sólo cuando se conoce de primera mano un camino principal resulta posible encontrar otro más corto para llegar al mismo sitio. Y recordemos que no suele haber ninguna cosa en este plano que se conceda sin esfuerzo.
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