Pienso que la inmediatez en lograr recompensas puede llegar a ser adictiva.
Y muchos de los procesos digitales que tenemos al alcance de la mano en estos tiempos, engañan a mi cerebro: en poco tiempo y con relativamente poco esfuerzo, obtienes lo que deseas, sea el resultado de una búsqueda en Internet, la compra de un libro, la comunicación audiovisual o escrita con alguien que vive al otro lado del mundo…
Parece que todo es posible, aquí y ahora, casi en el mismo momento que lo necesitas.
🐧 ¿Te imaginas pretender que una semilla de roble se convierta en árbol en un instante?
Los procesos naturales, como crear un vínculo, recuperar la confianza de alguien que te traicionó, aprender a ser buenos padres, el procesamiento de un trauma, la terapia en sí, son procesos con un lado orgánico muy importante, y por lo cual tienen su ritmo, relativamente lento.
🐧 Querer acelerar en estos casos, no suele traer buenas consecuencias.
Esta reflexión me lleva al recuerdo de un cuento del amigo Anthony de Mello que me gustaría compartiros hoy:
El Maestro siempre permitía que cada cual creciera a su propio ritmo. Que se sepa, nunca pretendió «presionar» a nadie. Y él mismo lo explicaba con la siguiente parábola.
Una vez, al observar un hombre como una mariposa
luchaba por salir de su capullo, con demasiada lentitud
para su gusto, trató de ayudarla soplando delicadamente.
Y en efecto, el calor de su aliento sirvió para acelerar el proceso.
Pero lo que salió del capullo no fue una mariposa,
sino una criatura con las alas destrozadas.
Cuando se trata de crecer, concluyó el Maestro, no se puede acelerar el proceso, porque lo único que puede conseguirse es abortarlo.
Si tienes comentarios, preguntas o reflexiones, agradecemos tu participación.
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